lunes, 19 de agosto de 2013

Rehabilitar la política

Justicia y Paz- CEV 
Alfredo Infante sj

El Papa Francisco planteó en su encuentro con los líderes políticos del Brasil, en Rio de Janeiro, la urgencia de “rehabilitar la política”. Enfatizó la necesidad de que el ejercicio político recupere su vocación  fundamental: el servicio al bien común. Reconoció que la política cuando se pone al servicio del bien común, desde la perspectiva de los pobres, es una de las más elevadas expresiones de la caridad, es decir, del amor al prójimo.
            ¿Es necesario también rehabilitar la política en nuestra Venezuela? Si así fuera ¿Qué papel han de jugar las organizaciones de DD-HH en esta misión? El tema es amplio. Nos centraremos principalmente en el ámbito local dado que la atmósfera pre- elecciones municipales es muy oportuna para dicho debate.
            Un poco de historia. A finales de los años 80 aconteció  una de las reformas más significativas de la historia política de Venezuela: la descentralización.          Antes de esta reforma, los gobernadores y alcaldes eran nombrados por el presidente de la república. La reforma fue  un auténtico hito que abrió la oportunidad a las comunidades de elegir a sus gobiernos locales. En  1989 se realizaron las primeras elecciones de gobernadores y alcaldes dando inicio a gobiernos locales electos de manera directa por el voto popular. Este hecho cambió el rostro de las regiones. Pronto se hicieron sentir sus efectos en la vialidad, el transporte, la salud, la educación, la rehabilitación de los barrios, la recreación y el saneamiento ambiental. En Bolívar, por ejemplo, se hicieron los primeros ensayos de elaboración de presupuestos participativos. Hubo programas innovadores en materia educativa en Mérida y Bolívar etc. Parecía quedar atrás la denigrante frase “Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra”. Este hecho permitió que surgieran liderazgos locales más cercanos a los ciudadanos y menos influenciados por la línea de los partidos políticos que para entonces ya afrontaban una fuerte crisis de legitimidad. Lo negativo de este proceso fue el surgimiento – en algunas regiones- de  caudillos que fueron consolidando mafias locales ligadas al poder político y policial.
             La descentralización emergió como una auténtica novedad y finalmente  fue avalada y reconocida por la Asamblea Constituyente  que la incluyó  en el nuevo modelo de Estado expresado en la Constitución de 1999.
            Hoy, la  progresiva concentración de poder por parte del gobierno nacional  y la vorágine de la polarización política han ido desdibujando el papel de los gobiernos locales. La actual campaña electoral es señal de que se está perdiendo el horizonte de sentido de los gobiernos locales. Los partidos del establecimiento reunidos en el Polo Patriótico buscan controlar el espectro de los gobiernos locales para conquistar la hegemonía. Los candidatos de la opositora mesa de la unidad responden más a una estrategia nacional que a una estrategia de consolidación de la democracia local. La polarización ha secuestrado el sentido del poder local, que no es otro que la gerencia el bien común  a través del diálogo y la participación de los ciudadanos y el conjunto de los actores sociales que interactúan en el municipio.

            ¿Qué pueden hacer las ONGs de DD-HH como contribución a la rehabilitación de la política?  La  parcialidad política de las ONGs de DD.HH es la defensa de la dignidad humana y  los derechos que esta entraña; tanto individuales como colectivos. Es una parcialidad ético-política, no partidista.  Su interacción con el poder político ha de ser siempre desde la acera de enfrente, desde la ciudadanía, con el único objetivo de incidir en políticas públicas que protejan los DD.HH y favorezcan las condiciones para una convivencia justa, digna y pacífica. A las organizaciones de derechos humanos nos tocaría plantear en este contexto pre-electoral una agenda de debate sobre poder municipal y DD-HH; de modo que los respectivos candidatos centren sus propuestas al servicio del bien común municipal, y no se dispersen en objetivos y estrategias nacionales que poco benefician la convivencia local

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